La revolución Inglesa(1688-1689)

 

Este hecho hace referencia al cambio de dinastía reinante acontecido en Inglaterra entre los años 1688 y 1689. El parlamento inglés, con el apoyo de una amplia base popular, depuso al rey Estuardo Jacobo II y entregó la corona a su hija María II y al marido de ésta, el príncipe Guillermo III de Orange.

Antecedentes: Carlos II Estuardo (1660-1685)

Tras la época de la implantación de la República por Oliver Cromwell (1649-1660), la monarquía absolutista y autoritaria fue de nuevo instaurada en la persona de Carlos II (1660), monarca inteligente que supo mantener el orden en un país en el que las cuestiones religiosas comenzaban de nuevo a encenderse. En 1662, fue aprobado por el parlamento un conjunto de normas conocidas con el nombre de código Clarendon, debido a su adalid principal, el puritano Lord Clarendon, con el que los Estuardo regresaban al puritanismo radical y violento de los primeros tiempos de sus gobierno.

Presbiterianos e independientes, entre los que empezaban a tener especial importancia una secta fundada por George Fox, los quakers o cuáqueros, se vieron privados de su dignidad eclesiástica y fueron expulsados de sus parroquias.

Al mismo tiempo, comenzaban los problemas derivados de los diferentes conflictos bélicos en los que Inglaterra tomaba parte. Por un lado, la venta de Dunkerque a los franceses suscitó bastantes recelos por parte del parlamento y de la opinión pública. A raíz de ello, y pese al éxito de la lucha contra España (batalla de Villaviciosa, 1665), el descontento popular iba en aumento, sobre todo por los reveses sufridos en la guerra que Inglaterra había iniciado en 1665 contra las Provincias Unidas. Sin embargo, este hecho y la alianza que Carlos II mantuvo con Luis XIV de Francia por la que proclamó la libertad de cultos, incluidos los católicos, exasperaron tanto al pueblo como al Parlamento, lo que creó el caldo de cultivo necesario para el posterior levantamiento.

Los últimos años del reinado de Carlos II estuvieron marcados por el problema de la sucesión al trono. Parte de los parlamentarios, principalmente los whigs, presentaron dos leyes destinadas a fundamentar la futura monarquía parlamentaria: la Ley de Exclusión (Bill of Exclusion) por la que pretendían alejar del trono inglés a cualquier católico, y el Bill del Habeas Corpus, por el cual se quería garantizar la libertad del individuo frente a cualquier arbitrariedad monárquica que derivase en una detención injusta. El mejor presentado al trono era el hermano de Carlos II, Jacobo, duque de York, que contaba con el apoyo de los tories. Sin embargo, los whigs le rechazaban por su catolicismo y preferían a su hija María o incluso al duque de Monmouth, hijo natural de Carlos II. Los continuos enfrentamientos entre ambas cámaras parlamentarias tuvieron su réplica militar correspondiente, aunque en el ambiente pesaba demasiado que nadie quería una  nueva guerra civil. Así pues, Carlos II gobernó desde 1679 hasta 1685 como un monarca absoluto, al haber disuelto las cámaras de los lores y de los comunes violando, en consecuencia, el Trienal Act, que obligaba al monarca a convocar un parlamento al menos cada tres años. En su lecho de muerte se convirtió al catolicismo.

Jacobo II Estuardo (1685-1688)

Las luchas entre los diferentes parlamentos por aprobar las leyes anteriormente citadas no lograron, empero, evitar que el duque de York sucediese a su hermano como Jacobo II. En los primeros momentos de su reinado contó con el apoyo tácito de varios sectores del Parlamento que le ayudaron a vencer una importante sublevación de Escocia y Cornualles, instigadas por el conde de Argyll y el duque de Monmouth, respectivamente. Sin embargo, a la derrota de los insurrectos, siguió una terrible y sangrienta represión que levantó las iras de la opinión pública. Además, en abril de 1687, la imprudencia de Jacobo II llegó a límites temerarios: en una formal reunión parlamentaria con el objetivo de reclamar más dinero al erario público, Jacobo II pidió la abolición del bill del Habeas corpus y del bill of test, prueba de anticatolicismo de todos los parlamentarios, así como el mantenimiento de un ejército permanente. Pese al respaldo tory, el Parlamento se negó a cualquier concesión.

Jacobo II continuó con su política a favor de los católicos, auspiciando la estancia en Londres de un nuncio romano y arengando a la población a convertirse a la religión romana, además de permitir la entrada en las islas a las órdenes religiosas católicas. Para complicar aún más la cuestión, el 30 de junio de 1688 nació Jacobo Eduardo, primogénito de Jacobo II cuyos derechos de sucesión primaban sobre los de su hermana María.

La Revolución de 1668-69

Naturalmente, María era la solución deseada tanto por el pueblo, receloso de la política católica del Estuardo, como por el Parlamento, especialmente los whigs. A su indudable anglicanismo unía su matrimonio con Guillermo de Orange, statuder de la otra gran potencia protestante de Europa como era Holanda. Así pues, una comisión parlamentaria pidió públicamente ayuda a Guillermo. Éste desembarcó en Torbay el 5 de noviembre de 1688 al frente de más de 15.000 soldados, a la cabeza de un estandarte que resumía sus intenciones: Pro religione protestante, pro libero parlamento. El ejército Estuardo, comandado por John Churchill, futuro duque de Marlborough, se aprestaba a presentar batalla cuando recibió, con tanta sorpresa como repudio, la noticia inesperada: Jacobo II había huido a Francia, donde fue excelentemente acogido por Luis XIV. Este hecho hizo abandonar la lucha a las tropas jacobitas, por lo que Guillermo de Orange entró triunfalmente en Londres el día 28 de noviembre.

La cautela y responsabilidad del statuder holandés le hizo granjearse muy pronto las simpatías tanto de tories como de whigs. Mientras la Cámara de los comunes se constituía en Parlamento Convención, con el objetivo de solucionar los problemas derivados de la huida de su rey legítimo, Guillermo fue investido como gobernador provisional del reino, previa garantía de aceptar cualquier resolución tomada por dicha asamblea.

La resolución final fue tomada el 13 de febrero de 1689: se declaraba vacante el trono inglés, que fue de inmediato ofrecido a Guillermo de Orange y a María Estuardo. Éstos aceptaron el ofrecimiento el 22 de febrero, no sin antes haber aceptado también una serie de leyes y garantías propugnadas por el parlamento conocidas con el nombre de Bill of Rights ("Declaración de Derechos"), base de la monarquía parlamentaria inglesa. Sus puntos principales son los siguientes:

1- El rey quedaba obligado a garantizar la convocatoria libre y frecuente del parlamento, así como a aceptar las resoluciones finales de éste en cualquier tipo de materia (judicial, hacendística, política...).

2- Se garantizaba la exclusión de los católicos al trono inglés, con lo que el Parlamento se aseguraba la anulación de cualquier monarquía de tipo autoritario o absolutista.

3- Se declaraba ilegal el mantenimiento de un ejército nacional en tiempos de paz, con lo que se ponía freno a la solución militar, arbitrariedad habitualmente al alcance de cualquier monarca europeo.

4- Contrariamente al derecho divino que regía las monarquías europeas, en el Bill of Rights se hace expresa mención a que entre el rey, el Parlamento y el pueblo se establece un contrato de reciprocidad entre los firmantes.

Consecuencias

Realmente, el texto del Bill of Rights no es novedoso, sino que está basado en los principios que regían el reino desde tiempos medievales. Sin embargo, la Revolución Gloriosa tiene como punto culminante el reparto de poderes entre el rey y el parlamento, lo que dio por finalizada la espinosa cuestión que había llevado al país a conocer desde un gobierno republicano hasta una monarquía pseudo-católica. Con la aprobación del Toleration Act unos meses más tarde, que permitía la libertad de culto a las minorías protestantes no anglicanas, aunque no a los católicos, se puso, a su vez, fin al problema religioso. Todo el entramado de relaciones sociopolíticas inglesas será excelentemente enunciado por el filósofo John Locke en su obra Ensayo sobre el poder civil (1690), en la que se describe el modelo inglés como la forma política más adecuada para todos los países europeos.

Lo que más llama la atención de la Revolución Inglesa es el hecho de que una cuestión tan sumamente complicada como es la deposición de un nuevo rey y el reparto de poderes entre éste y el Parlamento se llevase a cabo sin el habitual derramamiento de sangre, pensemos en los sucesos que tendrán lugar cien años más tarde en Francia, por ejemplo. Evidentemente, el recuerdo de la anterior guerra civil fue el condicionante psicológico más fuerte para que la lucha no se encendiese, pero la pulcritud de la Revolución no es del todo exacta: los partidarios del rey Jacobo II, denominados comúnmente jacobitas, se refugiaron en Escocia, sobre todo en las Highlands, tradicional baluarte Estuardo, y en Irlanda, donde aún podían mantener a salvo su catolicismo. La represión contra los habitantes de esos países fue sangrienta y brutal, llegando a desaparecer casi en su totalidad en Escocia. Por lo que respecta a la católica Irlanda, el problema es tan actual que, nuevamente, pasado y presente de la Historia se confunden en una auténtica paradoja.